LA NORMALIZACIÓN SOCIAL DE LA VIOLENCIA EXPLÍCITA
La adopción de roles de adultos adquiridos por niños al respecto de acciones que pueden comportar violencia explicita y de como estas se normalizan por la sociedad es algo que a días de hoy sucede a cada momento y que entiendo que necesita por parte de adultos una introspección y la consecuente reflexión de cómo afecta en tiempo directo y de que manera podrá conformar el futuro de nuestra juventud.
Esta exposición y la subsiguiente normalización de estas acciones por la sociedad se ha convertido un tema complejo y preocupante, con profundas implicaciones para el desarrollo infantil y el tejido social.
De manera qué vamos a intentar abordarlo.
ADOPCIÓN DE ROLES ADULTOS POR PARTE DE LOS NIÑOS
Los niños aprenden del entorno que les rodea. Cuando son expuestos a la violencia, ya sea directa o indirectamente (a través de los medios de comunicación, videojuegos, o presenciando situaciones en el hogar o la comunidad), pueden empezar a internalizar y emular los comportamientos que observan. Esto puede manifestarse de diversas maneras.
Identificación con el agresor
En algunos casos, los niños pueden identificarse con las figuras "poderosas" que ejercen violencia, adoptando comportamientos agresivos como una forma de control o de ganar respeto.
Repetición de patrones
Los niños que crecen en entornos violentos pueden normalizar la agresión como un medio para resolver conflictos, replicando los patrones que han visto en sus figuras de referencia. Esto se observa, por ejemplo, en la repetición de roles sexistas y violentos en relaciones adolescentes, como señala Save the Children en relación con la violencia de género.
Desensibilización
La exposición constante a la violencia, especialmente la explícita, puede llevar a una desensibilización. Los niños pueden volverse menos impactados por el sufrimiento ajeno y percibir la violencia como una parte "normal" de la vida.
Juegos y fantasías
Pueden incorporar la violencia en sus juegos, imitando escenas o personajes que exhiben agresión. Si bien el juego es una forma de procesar la realidad, cuando se enfoca de manera exclusiva o excesiva en la violencia explícita, puede ser una señal de alerta.
LA NORMALIZACIÓN SOCIAL DE LA VIOLENCIA EXPLÍCITA
La sociedad juega un papel crucial en cómo se percibe y se asimila la violencia. La normalización ocurre cuando un comportamiento, incluso uno tóxico, es aceptado socialmente hasta el punto de ser percibido como natural o preferible.
Esto puede suceder por varios factores
Medios de comunicación y entretenimiento
La constante presencia de violencia explícita en películas, series, videojuegos y redes sociales puede contribuir a que se vea como algo común y menos impactante. Cuando la violencia se glorifica o se presenta sin consecuencias reales, los niños pueden tener dificultades para distinguirla de la realidad y comprender su verdadero impacto.
Falta de cuestionamiento
Si la sociedad no cuestiona activamente la violencia o la tolera en ciertas formas (por ejemplo, el castigo físico a niños), se envía el mensaje de que es aceptable.
Roles de género y estereotipos
Como menciona Save the Children, la socialización de roles de género rígidos, donde se espera que los hombres sean "protectores" (a menudo confundiendo esto con control) y las mujeres "dóciles", puede normalizar ciertas formas de violencia de género desde edades tempranas.
Invisibilización y silencio
Cuando la violencia ocurre a puerta cerrada (violencia intrafamiliar, acoso escolar) y no se denuncia o se minimiza, se perpetúa la idea de que es un asunto privado o que no es tan grave. La falta de conciencia y la invisibilización del problema dificultan su abordaje.
Contextos de conflicto o marginalidad
En entornos donde la violencia es endémica (por ejemplo, zonas afectadas por bandas criminales o conflictos armados), los niños pueden crecer viéndola como una parte intrínseca de su realidad, y como una estrategia de supervivencia o control.
CONSECUENCIAS PARA LOS NIÑOS Y LA SOCIEDAD
La normalización de la violencia y la adopción de roles adultos violentos por parte de los niños tiene graves consecuencias
Problemas de salud mental
Ansiedad, depresión, estrés postraumático, baja autoestima, dificultades para establecer relaciones saludables.
Deterioro del desarrollo
Retrasos en el desarrollo emocional, social e intelectual.
Comportamientos de riesgo
Mayor propensión a la agresión, delincuencia, consumo de sustancias y autolesiones.
Ciclo de violencia
La normalización contribuye a la perpetuación de la violencia de una generación a otra.
Sociedad menos empática
Una sociedad donde la violencia es normalizada puede perder la capacidad de empatizar con el sufrimiento de los demás y de reaccionar ante las injusticias.
¿QUÉ HACER?
Es fundamental abordar esta problemática desde múltiples frentes
Educación y prevención
Educar a niños y adultos sobre los efectos de la violencia, promover la resolución pacífica de conflictos y fomentar habilidades sociales.
Modelos de rol positivos
Ofrecer a los niños modelos de rol adultos que demuestren respeto, empatía y formas no violentas de interacción.
Conciencia crítica de los medios
Enseñar a los niños a ser críticos con el contenido que consumen en los medios, ayudándoles a distinguir entre la ficción y la realidad y a entender las consecuencias de la violencia.
Políticas de protección a la infancia
Implementar y fortalecer leyes que protejan a los niños de la violencia y promuevan su bienestar (como la Ley Orgánica 8/2021 de Protección Integral a la Infancia y Adolescencia frente a la Violencia en España).
Intervención temprana
Detectar y abordar situaciones de violencia en la infancia lo antes posible, ofreciendo apoyo a las víctimas y trabajando con las familias.
Cambio cultural
Desafiar los estereotipos de género y las normas sociales que perpetúan la violencia, promoviendo una cultura de respeto y no violencia.
La adopción de roles adultos violentos por parte de los niños y la normalización de la violencia son fenómenos interconectados que requieren una acción concertada de familias, escuelas, instituciones y la sociedad en general para proteger a la infancia y construir un futuro más pacífico.
Por supuesto, a normalización de la violencia es un proceso insidioso en el que actos o comportamientos violentos, inicialmente inaceptables, llegan a ser percibidos como rutinarios, aceptables o incluso inevitables dentro de una sociedad o grupo. No es un evento aislado, sino una construcción gradual que se asienta en la psique colectiva, alterando la percepción de lo que es "normal" o "anormal".
Mecanismos clave de la normalización
Para entender mejor cómo la violencia se normaliza, podemos analizar los siguientes mecanismos.
Exposición repetida y saturación
La exposición constante a la violencia, ya sea real o representada (en medios de comunicación, videojuegos, películas), puede llevar a una desensibilización. Al principio, un acto violento puede impactarnos, pero si lo vemos una y otra vez, su efecto emocional disminuye. Esto nos hace menos propensos a reaccionar, a sentir empatía o a considerar que algo está mal. Se convierte en "ruido de fondo".
Justificación y racionalización
La violencia a menudo se normaliza a través de discursos que la justifican. Esto puede incluir argumentos como "se lo merecía", "es la única manera de resolverlo", "así son las cosas", o la atribución de culpa a la víctima. En el caso de la violencia de género, por ejemplo, la normalización se da cuando se culpabiliza a la víctima por su vestimenta, su comportamiento o sus decisiones, desviando la responsabilidad del agresor.
Silencio y apatía
Cuando la violencia ocurre y no se denuncia, no se visibiliza o no genera una respuesta social contundente, se envía un mensaje tácito de aceptación. El silencio de las víctimas por miedo o vergüenza, y la apatía de los testigos o de la sociedad en general, contribuyen a que la violencia se mantenga oculta y, por lo tanto, normalizada.
Invisibilización y minimización
A menudo, la violencia, especialmente aquella que no es física (como la psicológica, verbal o económica), es minimizada o incluso negada. Frases como "son cosas de pareja", "es una broma", o "no es para tanto" contribuyen a invisibilizar el daño y a que las víctimas no reconozcan que están sufriendo violencia. Un estudio en España reveló que jóvenes de entre 16 y 21 años son los que tienen menos interiorizado el concepto de maltrato, llegando a no considerar violencia acciones como empujar, golpear, menospreciar o ejercer control económico sobre la pareja.
Estructuras de poder y dominación
La normalización de la violencia a menudo está ligada a estructuras de poder desiguales. Aquellos que detentan el poder pueden definir qué se considera violento y qué no, imponiendo un "adiestramiento cotidiano en la pedagogía de la crueldad", como se menciona en algunos análisis. Esto se ve claramente en el machismo, donde los roles de género tradicionales pueden normalizar ciertas formas de control y agresión hacia las mujeres.
Ausencia de consecuencias o impunidad
Si los actos violentos no tienen consecuencias legales o sociales, o si estas son percibidas como insuficientes, se refuerza la idea de que la violencia es una forma efectiva y sin riesgo de obtener lo que se quiere o de imponer el propio criterio. Esto es especialmente perjudicial cuando afecta a niños, que pueden aprender que la violencia es una herramienta útil.
Ejemplos cotidianos de normalización de la violencia
La normalización de la violencia se manifiesta de múltiples maneras en nuestra vida diaria
En el lenguaje
El uso de expresiones cotidianas que minimizan la violencia ("una hostia a tiempo", "un cachete no hace daño", "es de hombres pegarse") o que romantizan el control y la posesividad en las relaciones ("celos por amor").
En los medios de comunicación
La representación constante de la violencia en el entretenimiento sin mostrar sus consecuencias reales o sin generar una reflexión crítica. Esto incluye desde series y películas hasta ciertos videojuegos donde la violencia se recompensa.
En la educación y crianza
La tolerancia de las agresiones entre niños ("son cosas de niños"), la falta de intervención adulta en casos de acoso escolar, o incluso el uso del castigo físico como método de disciplina.
En la política y el discurso público
La retórica agresiva, la polarización extrema, la deshumanización del "otro" o la justificación de medidas represivas que limitan derechos fundamentales.
En el deporte
Ciertos deportes que glorifican la agresividad física y la violencia sin un énfasis adecuado en el respeto y la deportividad.
Segun los Cuadernos III" (1942), de Simone Weil , la conexión con la normalización de la violencia bajo la perspectiva de Weil cobra aún más relevancia.
Si el crimen es una transferencia del mal, entonces la normalización de la violencia implica la normalización de esta transferencia. Es decir, que una sociedad que acepta o minimiza la violencia está, de hecho, aceptando que el mal se transfiera constantemente de unos individuos a otros y esto tiene consecuencias nefastas.
Trivialización del mal
Si el acto violento se normaliza, la transferencia del mal que conlleva también se trivializa. Se pierde la conciencia de la profunda herida que el crimen inflige no solo en la víctima, sino en el tejido moral de la sociedad.
Erosión de la empatía
Si nos acostumbramos a la transferencia del mal, nuestra capacidad para sentir empatía por las víctimas disminuye. Se asume que el sufrimiento es parte de la vida, y se olvida que es una imposición ilegítima del mal ajeno.
Dificultad para la sanación
Si la sociedad no reconoce la profundidad de la transferencia del mal, las víctimas quedan a menudo desamparadas, sin el apoyo necesario para sanar de una herida que es mucho más que física o material.
En conclusión, la frase de Simone Weil nos invita a mirar el crimen no solo como una acción ilegal, sino como un acto que mancha tanto al que lo comete como al que lo sufre, y que exige de la sociedad una reflexión mucho más profunda sobre el origen y las consecuencias del mal. Es un recordatorio de que la violencia no solo daña, sino que corrompe, y que su normalización es la normalización de una perversión en la esencia misma de las interacciones humanas.
CONSECUENCIAS DE LA NORMALIZACIÓN
Las consecuencias de que la violencia se normalice son devastadoras para el tejido social.
Aumento de la tolerancia a la violencia
Se erosiona la capacidad de la sociedad para indignarse y reaccionar ante las violaciones de derechos humanos.
Impacto en la salud mental
Favorece la aparición de problemas como ansiedad, depresión, estrés postraumático, y dificulta la construcción de relaciones interpersonales sanas.
Perpetuación de ciclos de violencia
Los niños que crecen en entornos donde la violencia es normalizada tienen más probabilidades de ser víctimas o perpetradores de violencia en el futuro.
Deterioro de la empatía y la solidaridad
La desensibilización lleva a una menor capacidad de ponerse en el lugar del otro y a una disminución de la solidaridad con las víctimas.
Dificultad para erradicarla
Si la violencia se percibe como "normal", el problema se vuelve más difícil de identificar, denunciar y combatir, ya que no se ve como una desviación, sino como parte del statu quo.
Combatir la normalización de la violencia implica un esfuerzo constante en la educación, la concienciación, el fomento de la empatía, el cuestionamiento de los discursos violentos y la garantía de que los actos de violencia tengan consecuencias claras. Es un compromiso colectivo por una sociedad más justa y pacífica.
Profundicemos en las consecuencias devastadoras que la normalización de la violencia y la adopción de roles adultos violentos tienen tanto para los niños como para la sociedad en su conjunto.
Consecuencias para los niños
Las repercusiones en la infancia son, quizás, las más críticas, ya que afectan directamente su desarrollo integral y su futuro.
1. IMPACTO EN LA SALUD MENTAL Y y EMOCIONAL
La exposición y normalización de la violencia pueden dejar cicatrices profundas
Trastornos de Ansiedad y Depresión
Los niños que viven en entornos violentos o que están constantemente expuestos a ella pueden desarrollar ansiedad crónica, miedo constante, ataques de pánico y cuadros depresivos. Sienten que el mundo es un lugar inseguro y que no tienen control sobre su entorno.
Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT)
Si la exposición a la violencia es traumática, los niños pueden sufrir flashbacks, pesadillas y evitación de situaciones que les recuerden el evento, afectando gravemente su funcionamiento diario.
Baja Autoestima y Autoconcepto Negativo
Al crecer en un ambiente donde la agresión es común, pueden internalizar que son la causa de la violencia o que merecen ser maltratados, lo que mina su confianza y sentido de valía.
Problemas de Regulación Emocional
Tienen dificultades para identificar y gestionar sus propias emociones. Pueden reaccionar de forma desproporcionada, tener explosiones de ira o, por el contrario, reprimir sus sentimientos hasta el punto de la desconexión emocional.
Tendencias Autolesivas
En casos extremos, la incapacidad de lidiar con el dolor y el trauma puede llevar a comportamientos autolesivos como una forma de escape o control.
2. DETERIORO DEL DESARROLLO COGNITIVO Y ACADÉMICO
La violencia no solo afecta las emociones, sino también la capacidad de aprender y concentrarse
Dificultades de Concentración y Atención
El estrés crónico y la preocupación por la seguridad pueden dificultar que el niño se concentre en tareas escolares o en actividades que requieren atención sostenida.
Bajo Rendimiento Escolar
Esto es una consecuencia directa de los problemas de concentración, la ansiedad y la falta de un entorno seguro que propicie el aprendizaje.
Problemas de Memoria
El trauma puede afectar la memoria, dificultando la retención de nueva información.
Desarrollo del Cerebro
Investigaciones neurocientíficas demuestran que el estrés tóxico prolongado por la exposición a la violencia puede alterar el desarrollo de áreas cerebrales clave para el aprendizaje, la memoria y la regulación emocional.
3. IMPACTO EN EL DESARROLLO SOCIAL Y LAS RELACIONES INTERPERSONALES
Los niños aprenden a relacionarse observando. Si la violencia se normaliza, sus patrones de interacción se ven afectados
Dificultades en la Empatía
La desensibilización a la violencia puede reducir su capacidad para comprender y compartir los sentimientos de los demás. Pueden volverse menos compasivos.
Problemas para Establecer Relaciones Sanas
Al ver la violencia como normal, pueden replicar esos patrones en sus propias relaciones, ya sea como agresores o como víctimas, o pueden tener dificultades para confiar en los demás.
Aislamiento Social
Algunos niños pueden retraerse y aislarse como mecanismo de defensa, evitando interacciones sociales por miedo o falta de habilidades.
Mayor Propensión a Comportamientos Agresivos
Los niños pueden aprender que la agresión es una forma efectiva de obtener lo que quieren, de resolver conflictos o de mantener el control, replicando los patrones violentos que han observado. Esto es particularmente visible en el acoso escolar.
4. MAYOR PROPENSIÓN A COMPORTAMIENTOS DE RIESGO EN LA ADOLESCENCIA Y ADULTEZ
Las experiencias en la infancia son un predictor de comportamientos futuros.
Delincuencia y Comportamientos Antisociales
Existe una correlación entre la exposición a la violencia en la infancia y el involucramiento en actividades delictivas o antisociales en etapas posteriores.
Consumo de Sustancias
Algunos jóvenes recurren al alcohol o las drogas como mecanismos de afrontamiento para adormecer el dolor o la ansiedad derivados de la exposición a la violencia.
Participación en Violencia de Género
Los niños que han normalizado roles de género violentos tienen un mayor riesgo de ser perpetradores o víctimas de violencia de género en sus relaciones futuras, perpetuando el ciclo.
Consecuencias para la Sociedad
La normalización de la violencia no solo afecta al individuo, sino que erosiona el tejido social y tiene implicaciones a gran escala.
1. PERPETUACIÓN DEL CICLO DE VIOLENCIA
Esta es una de las consecuencias más graves. Si la violencia se normaliza, cada generación tiene más probabilidades de repetirla. Los niños que crecen viéndola como aceptable o inevitable, tienen más riesgo de convertirse en agresores o en víctimas, transmitiendo estos patrones a sus propios hijos. Se convierte en un legado intergeneracional que es muy difícil de romper.
2. EROSIÓN DE LA CONFIANZA Y COHESIÓN SOCIAL
Cuando la violencia es común, la confianza entre los individuos y en las instituciones disminuye. La gente se vuelve más suspicaz, temerosa y reacia a colaborar, lo que debilita el tejido social y la capacidad de la comunidad para resolver problemas colectivamente.
3. AUMENTO DE LA DELINCUENCIA Y LA INSEGURIDAD
Una sociedad que normaliza la violencia es, por definición, una sociedad más violenta. Esto se traduce en mayores tasas de criminalidad, lo que a su vez genera un ambiente de inseguridad, miedo y malestar generalizado entre los ciudadanos.
4. ALTOS COSTOS SOCIALES Y ECONÓMICOS
La violencia tiene un costo económico y social inmenso. Esto incluye;
Costos Sanitarios
Tratamiento de lesiones físicas y problemas de salud mental.
Costos Legales y Policiales
Gastos en sistemas de justicia, policía y prisiones.
Pérdida de Productividad
Las víctimas y los perpetradores pueden tener dificultades para integrarse en el mercado laboral, afectando la fuerza productiva de la sociedad.
Menor Inversión y Desarrollo
Las sociedades violentas son menos atractivas para la inversión, lo que frena el desarrollo económico y social.
5. DETERIORO DE LA DEMOCRACIA Y LOS DERECHOS HUMANOS
En entornos donde la violencia es normalizada, es más fácil que se justifique la represión, la restricción de libertades y la violación de derechos humanos. La apatía frente a la violencia hacia unos grupos puede extenderse a otros, debilitando los fundamentos de una sociedad justa y democrática. La violencia se convierte en una herramienta aceptada para el control político y social.
6. DESENSIBILIZACIÓN COLECTIVA Y MENOR CAPACIDAD DE INDIGNACIÓN
Cuando la sociedad se acostumbra a la violencia, pierde su capacidad de indignarse y reaccionar ante ella. Las atrocidades pueden pasar desapercibidas o ser minimizadas, lo que dificulta la movilización social para exigir cambios y justicia. La línea entre lo aceptable y lo inaceptable se difumina peligrosamente.
En conclusión, la normalización de la violencia es una amenaza existencial para el bienestar de los niños y para la propia estabilidad y salud de la sociedad. Romper este ciclo requiere un esfuerzo coordinado y constante de educación, prevención, intervención y un firme compromiso social para rechazar cualquier forma de violencia.
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