INCLUSIÓN FEMENINA EN LA SEGURIDAD PRIVADA. MÁS ALLÁ DE LA IGUALDAD, UNA NECESIDAD OPERATIVA.

INCLUSIÓN FEMENINA EN LA SEGURIDAD PRIVADA. MÁS ALLÁ DE LA IGUALDAD, UNA NECESIDAD OPERATIVA.
LA REALIDAD ESTADÍSTICA. UNA BREVE PERSPECTIVA HISTÓRICA.

La seguridad, en su concepción más tradicional, ha sido un bastión casi exclusivamente masculino. Durante décadas, este sesgo ha permeado el sector de la seguridad privada, donde la presencia de la mujer en funciones operativas era, hasta hace no mucho, una anomalía. Sin embargo, este panorama ha evolucionado de manera significativa, aunque gradual. La apertura de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado (FCSE) y las Fuerzas Armadas a la incorporación de la mujer en las últimas décadas del siglo XX marcó un punto de inflexión.
El camino recorrido por la mujer en el sector público es un espejo del cambio cultural que ha impactado en la seguridad privada. A modo de referencia, si bien el porcentaje de mujeres en las Fuerzas Armadas de España en 2024 rondaba el 13%, su presencia ha ido consolidándose, demostrando su capacidad en todos los escalafones. Este mismo patrón se observa en la Policía Nacional y la Guardia Civil, donde la representación femenina ha crecido, aunque con retos importantes en los puestos de liderazgo. Esta consolidación en el ámbito público ha servido como catalizador para la seguridad privada, legitimando y normalizando la figura de la mujer como profesional de la seguridad.

CIFRAS QUE HABLAN. LA EVOLUCIÓN DE LA MUJER EN LA SEGURIDAD PRIVADA.

La evolución de la mujer en el sector es un tema de gran relevancia, y las cifras lo demuestran. Según datos recientes de la Unidad Central de Seguridad Privada de la Policía Nacional, el número de mujeres en el sector superaba las 23.000, lo que representa cerca del 16% del total de profesionales. Si bien este porcentaje es aún modesto, supone un crecimiento constante en comparación con años anteriores.
Donde esta presencia se vuelve más evidente es en la profesión de vigilante de seguridad, que constituye la inmensa mayoría del colectivo. Las mujeres representan aquí casi el 16% del total, una cifra que ha ido en aumento y que desmiente la idea de que se trata de un trabajo exclusivamente para hombres. No obstante, es en otros roles donde la presencia femenina adquiere mayor notoriedad. La profesión de detective privado es un ejemplo claro de paridad, con una representación femenina que se acerca al 27%. Por otro lado, en los puestos de liderazgo, como las direcciones de seguridad y las jefaturas de seguridad, la proporción es más baja, lo que indica que, si bien el acceso a la profesión es cada vez más equitativo, el techo de cristal en la promoción interna aún persiste y requiere de mayores esfuerzos.

EL FACTOR CRÍTICO DE LA PROFESIONALIDAD Y LA FORMACIÓN.

La verdadera inclusión no puede basarse en la complacencia, sino en la meritocracia. Es un hecho que la seguridad es una profesión exigente que demanda una preparación integral: física, técnica y mental. A pesar de ello, el sector se enfrenta a un desafío considerable: la proliferación de la certificación de profesionalidad, una vía que, si bien ofrece un camino al empleo, a menudo carece de las exigencias físicas exhaustivas de los exámenes de habilitación tradicionales. Esto crea una brecha preocupante, permitiendo que personas sin la aptitud física necesaria accedan a la profesión y, en consecuencia, sean asignadas a servicios operativos para los que no están realmente preparadas.
Aquí radica una de las mayores críticas: la responsabilidad de las empresas. Muchas compañías, para cubrir vacantes de manera urgente, priorizan la disponibilidad sobre la competencia. Contratan a personal con escasa cualificación, sin un análisis riguroso de su currículum o sus capacidades, lo que no solo menoscaba la calidad del servicio, sino que también pone en riesgo la seguridad de los clientes. Esta práctica irresponsable perjudica a todos: a los profesionales que sí se han preparado a conciencia, a los clientes que reciben un servicio deficiente y a la imagen del sector en su conjunto.
La premisa fundamental debe ser que la capacidad y la profesionalidad son los únicos criterios válidos, sin importar el género. Pretender lo contrario, ya sea por prejuicios o por cuotas vacías, es un error que compromete la efectividad. La inclusión de la mujer en la seguridad privada es un avance, pero debe ir de la mano de una exigencia profesional rigurosa para todos. Cuando una profesional, con la actitud, formación y experiencia requeridas, accede a un puesto, el resultado es siempre positivo. La realidad ha demostrado que existen profesionales femeninas plenamente capacitadas para desempeñar con solvencia las funciones operativas más exigentes, desmintiendo viejos y obsoletos estereotipos.

LA NECESIDAD OPERATIVA Y LA INFLUENCIA DEL MERCADO.

La presencia de la mujer en la seguridad privada no es solo una cuestión de equidad, sino una necesidad operativa y táctica ineludible. El ejemplo más claro es la realización de cacheos de seguridad, donde la normativa vigente es inequívoca: los registros corporales deben ser realizados por personal del mismo sexo que la persona registrada. En contextos como eventos multitudinarios, centros comerciales o aeropuertos, la falta de personal femenino puede comprometer la legalidad del procedimiento, impidiendo la inspección de una mujer y, en consecuencia, poniendo en riesgo la seguridad del lugar. La presencia femenina, por tanto, no es una opción, sino un requisito indispensable para poder ofrecer un servicio completo, legal y profesional.
Además, los equipos de seguridad mixtos ofrecen una ventaja táctica significativa. La diversidad de género aporta una variedad de perspectivas en la evaluación de riesgos, la gestión de conflictos y la comunicación. Las mujeres pueden aportar un enfoque que, en determinadas situaciones, puede desescalar un problema de manera más efectiva que una respuesta puramente masculina. La cohesión de un equipo mixto, formado por profesionales competentes, independientemente de su sexo, se traduce en una mejora tangible de la eficacia.

EL MARCO LEGISLATIVO Y LA PRESIÓN DEL MERCADO.

La inclusión femenina también está directamente influenciada por el marco legal y por las demandas del propio mercado. Leyes como la Ley Orgánica 3/2007 para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres, que obliga a las empresas con más de 50 trabajadores a tener un plan de igualdad, han sido un motor para el cambio. Si bien algunas empresas del sector han sido acusadas de usar estos planes como un simple trámite burocrático, la presión externa está forzando un cambio real.
Los clientes, especialmente las grandes empresas y las administraciones públicas, cada vez más conscientes de su responsabilidad social, demandan que sus proveedores de servicios de seguridad cumplan con estos criterios de paridad y diversidad. Para una empresa de seguridad, no contar con un plan de igualdad o no tener una plantilla que refleje esta diversidad puede suponer la pérdida de contratos importantes, lo que convierte la inclusión femenina en una estrategia de negocio crucial. El mercado, de esta forma, actúa como un regulador indirecto, empujando al sector hacia una mayor equidad y profesionalización.

LA MERITOCRACIA COMO FUNDAMENTO DE LA EFICACIA.

La incorporación de la mujer en la seguridad privada ha pasado de ser una idea vanguardista a una realidad que se consolida a paso firme. La evidencia es clara: la profesionalidad no reside en el género, sino en la preparación, la actitud y la experiencia. El debate sobre la inclusión no puede obviar los problemas de formación y contratación, ya que la verdadera igualdad se fundamenta en la meritocracia.

La seguridad del futuro será diversa. La presencia de mujeres en todos los escalafones, desde la primera línea operativa hasta los puestos de dirección, no solo enriquecerá al sector con nuevas perspectivas y talentos, sino que lo hará más resiliente y eficaz. El camino a seguir es claro: fomentar la profesionalización, eliminar los atajos en la formación y premiar el mérito. Abriendo las puertas a la profesionalidad femenina, el sector de la seguridad privada no solo se vuelve más justo y equitativo, sino que se fortalece y se prepara mejor para los desafíos de un mundo en constante cambio.

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